Reinterpretando la Realidad en la Era de la Inteligencia Artificial
Un nuevo enfoque sobre la visión de Yuval Noah Harari
Desvelando las Sombras de la Caverna de Harari
El reconocido historiador Yuval Noah Harari pinta un futuro distópico bajo el dominio de la Inteligencia Artificial (IA). En su visión, la IA, al perfeccionar el lenguaje humano, tiene la capacidad de sumergirnos en un mundo de ensueño, nublando posiblemente nuestra percepción de una realidad única y objetiva. Aunque su proyección no debería dejar de incitar a la curiosidad y la preocupación, se basa en suposiciones que necesitan un análisis más exhaustivo.
El argumento de Harari encuentra sus raíces en el pensamiento filosófico de Platón y Descartes, planteando enigmas gnoseológicos que son, en esencia, aporéticos: carecen de una resolución filosófica clara. Estos filósofos se enfrentaron a cómo podríamos obtener un acceso directo y sin distorsiones a la realidad, sin interferencias de nuestras percepciones, interpretaciones o estructuras lingüísticas. Esta cuestión filosófica tan compleja parece obviada en la visión de Harari sobre la IA, en la que da por hecho que podemos tener un acceso sin barreras a una realidad supuestamente verdadera - un postulado que la filosofía ha debatido durante siglos.
A través del espejo: La realidad como una construcción socio-histórica
El filósofo y psicoanalista Cornelius Castoriadis ofrece un contrapunto a la propuesta de Harari, argumentando que la realidad es, principalmente, una construcción social e histórica. Sostiene que nuestra comprensión del mundo está mediada por los sentidos y las interpretaciones modeladas a lo largo de la historia de nuestra sociedad, y no por una interacción directa con una pretendida realidad objetiva, extra-histórica y supra-humana.
En la concepción de Castoriadis, el caos es primordial y la psique humana es un reflejo de este desorden fundamental. De este tumulto surge el orden humano en cuanto tal, a través de un proceso de imaginación colectiva. No son los individuos quienes fabrican la realidad, sino un organismo social auto-generativo que se transforma y adapta. Por tanto, la realidad no es estática, sino una construcción en constante evolución, sujeta a una continua refinación a través de la interacción social.
Este punto de vista hace tambalear los pilares del argumento de Harari. Si la realidad es primordialmente una construcción sociohistórica, la concepción de una realidad objetiva y única que puede ser oscurecida por la IA se vuelve insostenible. Más bien, la IA podría considerarse otra herramienta en nuestra narrativa de realidad en constante evolución.
El Potencial de la IA y la Responsabilidad Epocal de las Generaciones Futuras
La IA puede ser vista, de esta forma, no como una mera amenaza a nuestra percepción de la realidad, sino como una herramienta imaginada e imaginaria - un producto y un proceso productivo de la realidad misma que aún está por desplegarse. Como cualquier herramienta o sistema simbólico humano, la IA puede participar en este proceso de construcción de la realidad. Ella constituye pues una manifestación de nuestra imaginación colectiva, que da testimonio de nuestra capacidad comunitaria para reinterpretar nuestro mundo y nuestra comprensión del mismo.
La difusión online de este poder creativo promete democratizar este proceso de autocreación. Pues ocurre que la IA deja de ser una herramienta exclusivamente en manos de la élite tecnológica, y pasa a ser un recurso accesible para cualquier individuo con el conocimiento y la determinación suficiente para manejarla. Esta democratización tiene vastas implicaciones políticas, permitiendo ante todo que una mayor diversidad de voces contribuyan a la conformación de nuestra realidad compartida.
Las generaciones futuras cargan con la responsabilidad histórica de aprender a manejar estas herramientas de manera segura e innovadora. Deben afrontar, por eso, los retos éticos y pragmáticos que plantea la IA, utilizándola para forjar una realidad más equitativa, inclusiva y sostenible. No se trata sólo de un desafío tecnológico, es también filosófico y moral, exigiendo una reevaluación de nuestra relación con la tecnología y su potencial para crear un mundo mejor.
En esencia, la visión de Harari sobre la IA se basa en ciertos supuestos metafísicos que el enfoque de Castoriadis desafía. A través de esta crítica, surge una comprensión más matizada y compleja de la relación entre la IA, el lenguaje y la realidad. En lugar de interpretar a la IA como una amenaza existencial para nuestra percepción de la realidad, podemos verla como una herramienta capaz de ayudarnos a entender y remodelar nuestro mundo de forma innovadora.
Esta reformulación nos obliga a trascender las dicotomías rudimentarias como la de la verdad frente a la falsedad, lo natural frente a lo artificial, y adoptar una interpretación más matizada y dinámica de la realidad. También nos insta a reconocer el poder de nuestra imaginación colectiva en la producción misma del mundo en que vivimos, y a su vez, a aceptar la responsabilidad por el mundo que creamos.
Ver a la IA no como una adversaria, sino como una posible aliada que pueda contribuir en nuestra tarea colectiva de dar sentido y comprensión a nuestro mundo.
En conclusión, la perspectiva de Harari sobre la IA como un instrumento que podría desdibujar nuestra comprensión de la realidad, aunque cautivadora, parece descansar en una base que podría ser desafiada desde la perspectiva de Castoriadis. Al hacerlo, llegamos a una comprensión más enriquecida y compleja de la IA, el lenguaje y la realidad.
Esto implica ver a la IA no como una adversaria, sino como una posible aliada que pueda contribuir en nuestra tarea colectiva de dar sentido y comprensión a nuestro mundo. De esta manera nos exige ir más allá de cualquier visión binaria y maniquea, para adoptar una comprensión más multifacética y dinámica de la realidad. Pero lo más importante, nos insta a reconocer el papel que desempeñamos como creadores colectivos de nuestro mundo, y a asumir la responsabilidad que tenemos por la realidad que estamos moldeando para nosotros y para nuestro porvenir. La cuestión, al fin y al cabo, no es cómo la IA cambiará nuestra comprensión de la realidad, sino cómo nosotros, en tanto creadores y modeladores de la IA, podemos usarla para enriquecer, ampliar y potenciar nuestra capacidad colectiva productora del mundo.